Consejos, recomendaciones, tips, reflexiones, opiniones y artículos relacionados a sexualidad humana. Todo lo debemos saber y seguir conociendo sobre nuestra sexualidad (la de nuestras parejas). Romper mitos y tabúes. Disfrutar de los placeres. Conocer más sobre las relaciones de género. Y todo con una mirada desde la psicologá clínica. Se desea que adolescentes y jóvenes puedan informarse sobre sexualidad con el derecho a que ellos y ellas decidan sobre sus vidas.

jueves, 7 de febrero de 2008

Sobre hombres, masculinidades y superhéroes

“Los dos contenedores se quitan la camisa.
Colorete, orgulloso, exhibe su pecho moreno y musculoso; Cara de Ángel, pálido y delgado, se avergüenza”
Oswaldo Reynoso – “Los inocentes”



Este ensayo trata de llevar a la reflexión sobre los procesos de construcción de la identidad de género masculina en nuestra cultura. Las diferentes exigencias que la sociedad plantea a los hombres para que puedan ser considerados como “verdaderos hombres”.

Freud en 1930 (Burin & Meler, 2000), consideraba que la cultura es una creación predominantemente masculina; y que la mayor parte de las mujeres de su tiempo no habían alcanzado un desarrollo subjetivo como para contribuir a la producción cultural. Para nadie es un secreto que nacemos en una cultura específica y pre-establecida, y que la continuidad de todas la culturas dependen de la presencia viva de por lo menos tres generaciones (Mead, 1970).
Nos encontramos en una sociedad patriarcal; es decir, en un patriarcado, donde los padres- hombres son los que dominan sobre la mujer, siendo este un sistema de organización social en el que los lugares claves del poder (político, económico, religioso y militar) se encuentran exclusiva o mayoritariamente, en mano de los hombres. Ateniéndose a esta caracterización, Puleo (2006); ha concluido que todas las sociedades humanas conocidas, del pasado y del presente, son patriarcales. Se trata de una organización histórica de gran antigüedad que llega hasta nuestros días y que sobre la base de este patriarcado es que se empiezan a construir las diversas relaciones de género. Sin embargo, Badinter (1993) agrega que es importante señalar –diferenciando a la ideología patriarcal- que los primeros referentes de la humanidad no son los hombres, sino las mujeres, ya que los hombres se definen con respecto y por oposición a ellas. Es por ello que se puede agregar que el patriarcado no siempre consigue que los hombres sean muy diferentes de las mujeres o viceversa (Marqués, 1997).
La sociedad patriarcal construye a varones y mujeres a partir de la identificación de su sexo. No logra la reducción de las personas a dos únicos modelos: varón y mujer, pero las trata como si lo hubiese conseguido y evita que unos y otras sean conscientes de sus similitudes (Marqués, 1997)
Las dinámicas de poder se han venido estableciendo de tal modo que dan una clara sensación de naturalidad en el funcionamiento de las cosas; pues se crece en una sociedad donde se va aprendiendo que es más importante ser hombre que ser mujer, o que es un mayor privilegio el haber nacido hombre que mujer, pues al nacer hombres en una sociedad patriarcal se está naciendo bajo una cultura que otorga diferencias de superioridad y poder ante el otro sexo, al cual lo presentan como inferior o más débil. Bajo este sello, se va construyendo el concepto de “hombre”, donde no solamente involucra al sexo del varón, al sexo macho o masculino (cualquiera de sus variantes es parte de una construcción socio-cultural), sino que “hombre” involucra también al concepto de humanidad, de “el ser humano”, y con ello las derivaciones de “el individuo”, “lo normal” (Badinter, 1993). Y el concepto de mujer, se va construyendo como lo opuesto al de hombre, es decir, “la acompañante” desde un concepto mítico-religioso y judeo-cristiano; en contraposición al hombre como “la no normal”, “la otra” (Badinter, 1993). Las construcciones sociales y dinámicas de poder obligan a los hombres y las mujeres a mantenerse como opuestos y diferentes.
Estas diferencias de género empiezan con las diferencias corporales, y por ende del sexo con el cual se nace. Sobre la base de una diferencia corporal se genera diferencia de actitudes y acciones, y diferencia de identidades. Se le comienza a atribuir lo relativo al género. El hombre es lo masculino (lo no femenino) y la mujer es lo femenino (lo no masculino). Tal como señala Badinter (1993), el “ser hombre” implica un trabajo, un esfuerzo, cosa que no suceda con la mujer, pues actuamos sin tener plena conciencia de ello como su la feminidad fuera algo natural e ineluctable y la masculinidad debiera adquirirse
Se puede ir viendo que el hombre es el que tiene el poder, en lo socialmente referido (político, económico, religioso y militar) y la mujer es la que no tiene el poder. Un hombre comienza a ser una construcción patriarcal que existe obligatoriamente para mantener el dominio masculino en la sociedad. Sus masculinidades son obligatorias.
Las identidades de género existen para definirnos en relación con los demás. Nos centraremos en la diferencia hombre y mujer como opuestos, dejamos de lado por un momento las demás construcciones de género. La diferencia entre un hombre y una mujer debe basarse en sus identidades. Ser masculino es lo que un hombre debe ser para establecer su posición en la sociedad y diferenciarse de los no-masculinos (mujeres y hombres no masculinos). La masculinidad no existe sin la feminidad, son opuestos. (Olavarría & Valdés, 1998)
Las masculinidades se construyen según las relaciones entre hombres y con las mujeres: Las relaciones con las mujeres son de compañía, oposición y dominio. Las relaciones con hombres son de complicidad, reconocimiento y competencia.
Existen diferentes masculinidades. Cada sociedad contribuye a la construcción de masculinidades particulares (Badinter, 1993; Olavarría & Valdés, 1998; Fuller, 2001). Las masculinidades son más que una cuestión de género, son (como el hombre) una construcción cultural. Dependen de varios factores como: la raza, el grupo étnico, la clase social, la religión, las instituciones presentes y demás categorías en una sociedad. Las masculinidades van cambiando
La construcción de masculinidades empieza con la propia identificación de las características naturales y similitud con el resto de los hombres. La tenencia del cuerpo masculino define la obligatoria homogeneidad con uno de los sexos y como consecuencia con la obligatoria identidad de género masculino. Un hombre se compara con sus referencias sociales: los hombres a su alrededor. Ellos no sólo serán un ejemplo, pero la regla de cómo un hombre debe verse, comportarse y como debe demostrar sus masculinidades. La imagen del padre (o de la figura masculina más cercana) constituirá el prototipo de hombre que los niños deben llegar a ser. (Olavarría & Valdés, 1998)
Los niños primero identificarán sus cuerpos con los cuerpos masculinos y así su pertenencia al mundo masculino, y su necesidad de convertirse y adoptar las actitudes de estos otros cuerpos masculinos. Entonces, es necesario ver cómo es el cuerpo masculino, y vemos que su principal característica es la fuerza física y los músculos. Más fuerte que las mujeres, los niños y las niñas. El hombre se percibe como físicamente más poderoso que los anteriores. Fuller (2001) menciona dos elementos básicos del cuerpo: apariencia y materia. La materia del cuerpo masculino formada por los órganos sexuales (representados por el pene) y la fuerza. Un hombre por tener un cuerpo masculino (definido por el pene) debe ser “naturalmente” fuerte y además tener la posibilidad de controlar más situaciones por medio de esta fuerza. Un hombre debido a sus características físicas se vuelve culturalmente (y cree que es) más “poderoso” y superior, que puede controlar cosas. De ahí la creencia necesaria de que el hombre no se enferma. Esto genera que sus masculinidades estén basadas en actitudes de dominio y autoritarismo. Convertirse en un ser masculino se entiende como una característica obligatoria y natural para los hombres. La construcción de masculinidades específicas es un requisito para ser aceptado en el grupo superior masculino y convertirse en un “verdadero hombre”.
Según la Sociedad Limeña, convertirse en un “verdadero hombre” es un proceso a lo largo y durante la vida de un hombre. Hay que alcanzar ciertos niveles de masculinidad para ser considerado un “verdadero hombre” y ser aceptado por la sociedad. Del Castillo (2001), no se equivoca al señalar que en todo salón de clases hay un “lorna” y un “maricón”. Dos características principales están relacionadas con la “fuerza natural” de los hombres: la virilidad y la hombría. Virilidad está relacionada con los órganos sexuales, el “performance” sexual y la capacidad para atraer mujeres. Por lo tanto, con el cuerpo musculoso y los rasgos atléticos. Vinculada al deporte, y a las habilidades físicas. Además del interés “natural” por las mujeres. Hombría se vincula con la vitalidad (capacidad para trabajar), el respeto por parte de los demás, la fuerza y el coraje (valentía). La virilidad y la hombría constituyen características “naturales” de los hombres que los hacen también “invencibles” e “intocables”. A parte de las características naturales de un hombre hay requerimientos culturales. Ser un “verdadero hombre” significa ser reconocido socialmente como tal, ganarse el respeto y aceptación de los pares y la sociedad en general. Los niños dejan de ser niños o adolescentes y se convierten en “hombres” cuando ganan este respeto y además se hacen responsables de sí mismos y de alguien más. Convertirse en verdadero hombre significa alcanzar el nivel de éxito personal, que significa: casarse, tener hijos y convertirse en proveedor (de alguien, de la familia).
Siguiendo el arquetipo del “verdadero hombre” y los conceptos de superioridad y dinámicas de poder patriarcales, los hombres (como seres masculinos) deben “supuestamente” proteger a los inferiores seres no masculinos. Llegándose a entender que “la mujer necesita ser protegida por el hombre”, siendo un ejemplo cotidiano: no se le pega a las niñas, las mujeres no pueden cargar cosas pesadas, las mujeres no pueden caminar solas por la calle en la noche. Convertirse en el “protector” refuerza la idea de ser parte del grupo privilegiado masculino. Un “verdadero hombre” debe tener “dependientes”, debe ser capaz de “proteger” a alguien de alguna manera, por ejemplo: hijos, esposa, enamorada, madre, empleados, personas con menos capacidad económica, etc. atribuyéndose como rol protector máximo el “ser padre”. Si todavía no se es padre, se debe alcanzar el éxito personal y convertirse en “verdadero hombre” (por las masculinidades aprendidas)…llegar a proteger a alguien.
La sociedad exige demostrar los niveles de masculinidad. Los pares exigen demostrar el nivel (propio) de masculinidad. Las relaciones entre hombres mantienen la existencia de las masculinidades exigiéndose unos a otros. Las mujeres (también como productos culturales) exigen la presencia y perpetuación de las masculinidades (Fuller, 2001). La sociedad patriarcal le otorga a los hombres privilegio y poder, y los coloca en una posición superior, sin embargo, estas ventajas fabricadas vienen con opresión, presión social y hasta sufrimiento. El que convertirse en “verdaderos hombres”, y cumplir con todo lo que dice la sociedad y ser aceptados, ser exitosos. Las masculinidades son impuestas a los hombres. Son castigados si no las alcanzan. Los hombres como “protectores” y superiores manejan las instituciones de la sociedad (iglesia, el estado, los negocios, la educación, la ciencia y los hogares). La sociedad les exige mantener el “status quo” y sus posiciones como líderes, mantener su dominio patriarcal. Ellos deben “generar” masculinidades y pasar el conocimiento, ser ejemplo de otros hombres, como lo señala también Mead (1970), porque “así son las cosas”.
Todo se convierte en círculo vicioso creado y mantenido por la misma cultura a través de las masculinidades como procesos obligatorios. Sin embargo, como señala Mariella Cruzado (2007) no deja de exigir la necesidad de “un verdadero hombre”, el cual debe ser: fuerte, poderoso, dominante, heterosexual (le atraen las mujeres), viril, valiente, socialmente reconocido por sus pares y la sociedad, proveedor, estar casado, tener hijos o hijas, ser el protector de quienes lo necesitan (los menos poderosos, los no masculinos, los no privilegiados), exitoso y respetado. Es decir, ¿un superhéroe? Qué difícil es ser hombre en una sociedad como la nuestra, donde los hombres mismos exigen características que los mismos hombres no pueden cumplir.
Es importante poder reflexionar sobre las diferentes propuestas de las masculinidades viendo al hombre no solamente como un sujeto político, sino también como lo esperado que se cumpla en nuestra sociedad.
La reflexión queda puesta, y el debate de igual forma.

Bibliografía

Badinter, E. (1993) XY, la identidad masculina. Santa Fe de Bogotá: Grupo Editorial Norma
Cruzado, M. (2007) Abou t Men, Superhe roes and Such: The Construction of Masculinities in the Upper-middle Class in Lima. Tesis de Maestría: University for Peace, Department for Gender and Peace Studies. Costa Rica
Del Castillo, D. (2001) Los fantasmas de la masculinidad. En Estudios culturales, discursos, poderes y pulsiones. Lima: Red para el Desarrollo de las Ciencias Sociales en el Perú
Fuller, N. (2001) Masculinidades cambios y permanencias. Lima: Fondo Editorial PUCP
Marqués, J. (1997) Varón y patriarcado. En Masculinidad/es poder y crisis. Ediciones de las mujeres Nº 24. Santiago: Isis internacional
Mead, M. (1970) Cultura y compromiso. Estudio sobre la ruptura generacional. Buenos Aires: Granica, 1971
Meler, I. (2000) Creación cultural y masculinidad. En Varones: género y subjetividad masculina. Buenos Aires: Paidós
Olavarría, J. & Teresa Valdés (1998) Ser hombre en Santiago de Chile: A pesar de todo, un mismo modelo. En Masculinidades y equidad de género en América Latina. Santiago: FLACSO
Puleo, A. (2006) El patriarcado: ¿una organización social superada? En El periódico feminista. http://www.mujeresenred.net/

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Psicólogo clínico. Orientador en salud sexual y reproductiva. Especializado en temas de sexualidad humana. Expositor, conferencista y facilitador de talleres en temas afines. Miembro de la Red Peruana de Masculinidades. Psicoterapeuta de adolescentes, jóvenes, adultos y parejas.